sábado, 30 de noviembre de 2013

GERARDO DIEGO. UN JÁNDALO EN CÁDIZ



 
GERARDO DIEGO




UN JÁNDALO EN CÁDIZ


JÁNDALO es quien procediendo de otras regiones de España, - especialmente Cantabria- trabaja y vive en Andalucía.






Representó el ideal del 27 al alternar con maestría la poesía tradicional y la vanguardista, de la que se convirtió en uno de los máximos exponentes durante la década de los años veinte. Su obra poética sigue, pues, estas dos líneas.


Montañés, tuvo a gala su ser "jandaluz" y aunque ya Manuel Machado lo definiera así:

"Magnífico hasta el escándalo,
todo de gracia y de luz
, nos ha salido es "jándalo"
supremamente andaluz.
¡Eso es!
Montañés."

Él mismo lo utilizó en su libro de cantos de Sevilla y Cádiz que denominó EL JÁNDALO. Hasta su muerte fue un "jandalo" constante. Su amor a Cádiz quedó plasmado en el librito UN JÁNDALO EN CÁDIZ *.

En él rinde una profunda y lírica pleitesía a un mundo -geografía y hombres- que desde siempre conmovió su espíritu de gran poeta.
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A continuación transcribiremos algunos de los poemas de dicha obra:





ELEGÍA DE CÁDIZ

Era Cádiz blanca, blanca.
Y verde y blanca.
Nada más.

Qué alegría daba verla
-dudosa,cierta acercándose-
blanca, blanca
y a estribor
-y verde y blanca-
alta, girar, desfilar,
vieniendo en barco de allá.
de Ultramar.


EPITAFIO A MANUEL DE FALLA
(Catedral de Cádiz)

Aquí están sus huesos mínimos.
Pesan una Atlántida.

La música de Dios
descendió sobre las aguas.

En la catedral del aire,
el espíritu de Falla.

Ángeles y seises
rezando bailan.


DOS MONTAÑESES EN CÁDIZ


Echa vino, montañés,
y lo tenía de Liébana.
Bebo los Picos de Europa
con la sangre de mi tierra.

La Montaña en Cádiz - Digo.
-Si lo dice hasta en la losa
del umbral que pisa, amigo.

-"Vino de Liébana"-
-¿Vino?
-Vino














SAN FERNANDO
Observatorio

La esfera y la pirámide.
Sección de oro.

De día salinero,
de noche astrónomo
y en la escuela sudando
los polinomios.

 


EL PUERTO

Puerto de Santa María.
El Puerto de Rafael.
Todo pregunta por él:
Si volvía.

Castillo. Vuelos al sol.
Entre almenas,
resbalaba por la piedra
-qué maravilla-
la sombra de la cigüeña.

Agüero, dime que sí




JEREZ

La si sol mi fa re mi. Fa mi re mi.
Pienso en el Jerez de Albéniz.

Son de collares lejano
y braceo de jacas y de mozas
en arabesco y arabesco y arabesco.

Alegría y tristeza y alegría.
Isaac, qué alegría de feria.
La si sol mi fa re mi.
Qué alegría más seria.





FARO DE CHIPIONA


Tengo un amigo torrero,
Una torre para él solo.

Cuatro puntos cardinales
y los veinticuatro picos.
La rosa toda de la inmensa noche.

A escalar el caracol
-agujetas-
y un diamante en mil facetas.
Hermosa columna el faro.
Única.

Faraona.

Yo torrero quiero ser.
Por ver.
Por ver, lucir y salvar
en la mar.








SANLÚCAR DE DÍA


Sanlúcar, de día. Al fín.
Blanca y clarisa.

Salúcar, rima de azúcar,
que aquí tiene azúcar la sal.

Sanlúcar de la ribera.
Castillo leal.
Sanlucar de barra y marea.





MEDINA SIDONIA

Levante en la mies verde
Peina el levante
con mano azul sin peine
la onda ondeante

Siempre nueva y la misma
rasovolante.
Mano de la marisma
sobre el instante.

El Duque se acordaba.
La Armada rota.
El Duque se acordaba
viendo la onda.




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* Edición de la Caja de Ahorros de Cádiz. ISBN 8450065003














viernes, 29 de noviembre de 2013

36 AÑOS DE JULIO. MEMORIAL DE JULIO MARISCAL






36 años de Julio

















   Hoy, 29 de noviembre de 2013, hace 36 años que en un día lluvioso era enterrado en Arcos, su poeta más fino, JULIO MARISCAL.

En su libro “10 de Julio”  el poeta arcense Pedro Sevilla rememora aquel día de la siguiente forma:


“.... Tenía la terquedad y la displicencia de los muertos, a los que virtualmente pertenecía. Encorvado, aterido, sediento de café, le
vimos por las tardes de aquel 1977 agitado, Pepa Caro y yo,
mientras el pueblo de Arcos, el andaluz, traducía por justicia la
proclama autonómica de los del Norte.

 Julio ya estaba muerto: lo que ocurrió en Jerez aquel día de noviembre fue un trámite preciso, burocrático, para rellenar unos impresos médicos una página del Registro Civil, sección de fallecimientos.

Al día siguiente, bajo una lluvia sublime copiada de los ojos de
sus amigos, Julio Mariscal Montes fue enterrado (él lo había
hecho antes, ya era tierra mortal y enamorada) en el
Cementerio de San Miguel, de Arcos de la Frontera.”


Sirvan estos poemas como recordatorio y como homenaje a quien del amor y del sufrimiento hizo materia poética  en el silencio de la luz y de la cal de un pueblo blanco de esta Andalucía.   :









 




CIPRÉS

A Felipe Sordo Lamadrid


Aquí, donde los hombres se han tendido
para olvidarse dentro de su muerte,
tú sigues vertical, sin ofrecerte,
limpio y sonoro al último latido.
¿Qué manos que ya fueron se han unido
en tierra cruda para sostenerte?
¿Qué talle de otro abril vino a traerte
ejemplo en las cenizas de su olvido?
Bocas sin risa, senos, cabelleras,
se mezclan en tu sangre, envenenada
por el terrible empeño de la altura.
¡,Qué loco derrochar de primaveras
en el tapete verde de la nada
para que se cumpliera tu hermosura!.

(De “Corral de muertos”







V

Amor mío, amor mío", ¿'Cómo
se hará flor esta frase entre mis labios?
¿'Qué alameda de niños con cometas
tirándole chinitas a mi sangre,
para que pienses "noche" y digas "rosa",
"estío" y se te vuelva otoño, "esquina"
y se abra como traca de rubores,
como arcángeles finos
atizando el rescoldo de lo blanco?,
¿,Y cómo he de decirlo yo, amor mío?
¿'Cómo para que no te suene a calderilla,
a mordisco con sombras, a locura, a beso
emparedado entre sigilos?,

(De "Tierra”).






EL AVARO

¡,No! ¡,No! ¡,La carne no! ¡,Por Dios, la carne
dejadla, árbol
o
fuente, ahí en la tierra!
Ni los huesos tampoco. Estoy seguro,
blanqueados de sol, desvencijados,
que están, paisaje
o
rodrigón, sobre el olvido
más alto que en mi frente
o
en mi boca.
Pero la mano sí. La mano. Toda
la mano con su vello y su osamenta,
con su maraña azul de antiguas venas,
con sus uñas curvadas, cultivadas
para alzar el negocio y la mentira.
Y con toda su fuerza
con su cabal potencia -hiel, granito-
para apretar y más, más todavía
esta última moneda, esta redonda
lepra de sol que aún llevo entre los dedos.

(De "Ultimo día”)











FINAL


Porque sé que estoy solo,
que tú y aquel y el otro no vais conmigo,
ni estáis en mi siquiera. En la inmensa
noche del mundo Dios marcó unos surcos,
repartió unas parcelas de destino
y a mi me tocó ésta
de mirar hacia atrás y no ver nada,
de enderezar los ojos al camino
y no encontrar más luz que piedra y piedra
y más piedra aún
donde no ajuste el pie y el cuerpo dance
en un triste milagro de equilibrio.
Y yo sé que estoy solo, y sin embargo,
creedme si queréis, no lo siento
porque es mejor estar con uno mismo,
asido a sus pasiones, sus recuerdos,
su loco corazón acribillado
por la ausencia mortal de algún humano
que tender hacia otro cinco dedos,
carrusel de mentiras,
Los cinco dedos con que ahora escribo.


(De "Trébol de cuatro hojas”)



miércoles, 27 de noviembre de 2013

ARTÍCULOS. EL FUGAZ BRILLO DEL INSTANTE




EL FUGAZ BRILLO DEL INSTANTE










Junto al amor y la memoria, en cierto modo uncidos  a él, el paso del tiempo es una de las constantes en la Poesía. Desde siempre han cantado los poetas la fugacidad del tiempo. El “tempus fugit” cuya expresión aparece por primera vez en los escritos de las Geórgicas, de  Virgilio: «Sed fugit interea fugit irreparabile tempus».o sea: "Pero entre tanto huye, huye irreparable el tiempo…”.  Ante ese fluir del tiempo, Horacio  dirá en sus Odas: “Carpe diem quam minimum credula postero”,"Aprovecha el día, no confíes en mañana". Para el problema irremediable no existe otra solución que aprovechar el tiempo como sea…  Aunque lo verdaderamente necesario, sería detener ese paso implacable… Así Goethe, en el gozo del instante llegó a pedir: ¡Detente, instante! ¡Eres tan hermoso! y otro poeta, distante en el tiempo y en el espacio, el mexicano José Emilio Pacheco llegará a decir: “Minuto, enigma irrepetible”  .Encontramos en la poesía actual casos en los que destaca ese brillo fugaz del instante:

En  Aluvial (Poemas 2007-2008),(Pre-textos, 2010), de Tomás Segovia(Valencia, 1927)    hay una presencia  luminosa de la naturaleza,     tratada de una manera casi franciscana. Dirá:  “Las hojas allá arriba están danzando/ Balancean sus ágiles racimos/ de indolente minucia…”, y al modo de Issa Kobayashi le hablará al viento: “No te quedes allí en esa media altura/ leve viento indeciso…”   y gozára con los árboles en primavera: “ Están los chopos ya metiendo la cabeza/ En este limpio sol tan de primera agua…” y con los pájaros: “Los pájaros saltando revolviéndose/ Dentro del blando seno del follaje/ Que traspasa un sol aúreo…” , deteniendo el tiempo en sus versos claros.

Es El umbral, (Pre-textos, 2011),  un poemario de Mª Victoria Atencia (Málaga, 1931), en el que, manteniendo las coordenadas esenciales de su ubicación poética, muestra una disposición  a incluir algunos aspectos si no nuevos, si con otro sentido- de ahí el nombre del poemario- , un sentimiento  en el que el tiempo delimita espacios elegíacos en los que la función de la memoria participa de una manera más intensa aunque sin dejar de lado esa pureza del presente tan propia de su poética , “ el fulgor del instante”. Y late en esa búsqueda el ansia de posesión de ese fragmento de tiempo: “Qué puedo hacer en lo que va de instante/ de un tiempo sucedido y ya hueco de ti/…/ qué puedo/ hacer sino inventarte…”,  y se preguntará: “Y cómo he de nombrarte, hallazgo mío, /…/…fulgor de ese instante/ en que fueses haciéndome y rehaciéndome…”.  ´Siempre la luz, la  belleza de la naturaleza: el agua, los pájaros, las flores, los árboles en una presencia que, dual, se manifiesta al mismo tiempo en meditación, como el íntimo envés del mismo espejo trascendiendo la realidad al canto o al ensimismamiento: “ Los pájaros también, los pájaros que eran/ como una reflexión que mantuviese/ suspensa de las alas su respuesta,…”


.En Mundo dentro del claro (Tusquets,2012), Vicente Gallego (Valencia,1963) alude al mundo en relación con el espíritu.   Este libro es una celebración total del  universo: una profunda oda a lo natural, a lo puramente sensorial, dentro de una armonía, sin duda creada por esa sencillez expresiva en una búsqueda de lo puramente esencial, una alegre compenetración con la naturaleza,  en la que el goce de lo instantáneo se une a ese darse a lo exterior, emergiendo de dentro ese espíritu que antes estuvo encerrado y que ahora se abre a los prodigios de su luz.  Hay dentro de esta  poesía una serie de elementos que la hacen distinta, muy cercana a la forma oriental  ya vigente en la frase zen que encabeza el libro: “ El verdadero vacío, la maravilla de las cosas”  y presente en todo el poemario por esa aproximación al haiku, no solo por la consagración de lo  instantáneo y su imbricación absoluta en la naturaleza, sino por su sintetización formal: “Se hizo sin pensar/ me vi partiendo, al borde del camino/ la rama del hinojo/…”, toda una “iluminación”  al más puro estilo zen. Hay en todo el poemario un tono celebratorio, una especie de canto al mundo y a sus elementos: “Suavidad de este aire,/ beso audaz de la tierra,/ perdón claro del fuego,/abismo de la luz,/ murmullo de las aguas,/ ¿no ha de alzarse mi estrofa?/…”  y al mismo tiempo una clara intención de depuración poética: “ ¿Se puede con el hueso del poema/ -pelado del decir, servido en blanco- / convidar su pulpa, darlo pleno?/…”, para llegar a decir: “descárname, palabra, y abre mundos.”, como sistema de profundización en este territorio de la pureza del poema, que se ciñe al misterio de lo sencillo y de lo instantáneo, para la mejor interpretación del mundo: “En este eterno instante/ todo está comprendido, lo grueso, lo sutil,/de la cósmica noche y de su día.”. Y al mismo tiempo una comunión con él: “ Bajo la dejadez del cielo azul,/ a orillas del mar, cumplido el día,/ arena entre mis dedos, sal de amor/ en esta intimidad de la ola blanca”, tan hermosamente definida y tan contundente: “ En el pecho sufrido de la noche,/ la plata del lucero.”,  bajo el poderoso influjo  del  instante luminoso: “…Antes, antes, entero y vivo, un destello –la avispa-/ prendió fuego a los mundos.”.
En “Canción errónea”, (Tusquet, 2012), Antonio Gamoneda, escribe unos poemas que dejan al margen su hondo pesimismo y su constante aproximación al vacío, en los que de pronto aparece una especie de contemplación de la belleza del mundo, de ese “accidente” entre dos inexistencias, que él canta en la gloria de su belleza efímera. Y en este canto hallamos poemas en los que ese instante es magnificado como sucede en este poema a Venecia:  “…Veo el perfil de las ojivas cárdenas/ y grandes lámparas sobre el agua nocturna./ Vivo la incandescencia y me invade un clamor: un mar de música/ se aloja en mis cabellos./ Es/ la hora sin tiempo/…Mira ante ti/ como si fuera a amanecer.”,  en esa “hora sin tiempo”  aparece el milagro luminoso del instante, el tiempo en su máximo esplendor.
Lola Mascarell , (Valencia, 1979), con “Mientras la luz” ha obtenido el XIII Premio Internacional de Poesía Emilio Prados, del Centro Cultural Generación del 27. Editado por Pre-Textos (Valencia, 2013), “Mientras la luz” es una constante celebración del instante, ese espacio breve e intenso entre la luz que aparece y su despedida, ese “mientras la luz” permanece en el fulgor de su exuberancia esplendorosa. En el primer poema del libro que se titula de igual forma, dice: “… Todo está en la ventana, soy el marco/ que reúne y contiene los compases/ de este instante inmortal, de este intervalo./…”. Y en esta celebración hay un cierto paralelismo al haiku, en cuanto la poeta se coloca fuera del suceso, como aquellos haijines recorre su camino y descubre el  espíritu del mundo: “ …Frente a mi, en el jardín, sobre la hierba,/ hay un pájaro muerto/ con las alas abiertas hacia el cielo.” ; llegando a aproximarse tanto al haiku como en: “…El oro atenuado de la tarde/ dibuja en el vacío/ un camino de polvo y de nostalgia  , “…Recuerdas, y es muy nítido el recuerdo,/ las palabras leídas tantas veces,/…” .  
En estos poemarios no se consigue del todo detener el tiempo; pero si mantener el fulgor de sus instantes más prodigiosos, su belleza detenida.


© F.Basallote