lunes, 9 de septiembre de 2013

ARTÍCULOS. POESÍA DE LA COTIDIANIDAD



POESIA DE LA COTIDIANIDAD








Lo que denominamos poesía de la cotidianidad es una corriente que poco a poco va infiltrándose en una parte de la joven poesía española, corriente que hace algún tiempo emergió en la América Latina donde, en algunos de sus países,  ha obtenido un excelente arraigo. En Venezuela surgió como oposición a una cierta poesía consolidada, la crítica Gina Saraceni la define: “… el reconocimiento de que en el espacio de lo ordinario la casa, el baño, la ducha, la calle, el gato, el parque, el desayuno, la pareja, los hábitos del día a día aparece una dimensión extraordinaria, ese asombro que causan las "ocasiones" poéticas y que conduce a diversas exploraciones: de la propia identidad (individual y/o colectiva)”. En Perú, la obra de Willy Gómez Migliaro se distingue por la descripción   del ritual cotidiano. Según el crítico García Martín esta corriente poética     “no desdeña la métrica tradicional, ni siquiera el benemérito y para tantos caduco soneto. Participa también del realismo, pero de otra manera: no el realismo sucio, sino el intimista. “. En Argentina, según Rodrigo Galarza, está radicada en las ciudades del interior y representa  apenas un 10% de la poesía argentina, concentrada en su mayor parte en el área de Buenos Aires. De ella dice el poeta de esta corriente Pablo Anadón en Señales de la nueva poesía argentina, que “...utilizan lenguajes cotidianos con la incorporación de vocablos vinculados a la contemporaneidad y la exclusión de todo término que pudiera tener algún relumbre de la tradición literaria, que hay actualización, renovación del punto de vista, perspectivas diferentes, inmediatez,…”.

El sólo título de la obra Diario de un ascensor en un bloque de dos plantas con azotea, de Elena Román,   nos introduce en un texto  de un contenido limitado a los elementos de la vida cotidiana en el que su autora va construyendo un mundo, reflejo de su mundo interior, representado por la vivienda, la casa, la domesticidad, característico de esta poesía de lo cotidiano. En el poema en prosa Ding-dong, dirá: “Si me ibas a llamar, no hace falta que lo hagas, voy en camino. Y si no me ibas a llamar y ya estoy llegando, por favor, haz mucho ruido: tumba el armario, revuélcate en una alfombra….”, en Nota rápida dirá:  “Cariño, te he dejado en la nevera un poco de pavo/ y una metralleta por si lo notas crudo, /…”, mientras que en La lluvia que dejó de ser pretérita dirá: “Recuerdo con cariño la lluvia y las croquetas, tu voz junto al vino, / los billetes de tren invisibles, el cabezal ruidoso, la maleta suicida, / los calamares…”.   

El ya citado poeta argentino, Pablo Anadón, en su reciente  Estudios de la luz,  se detiene en la oscura elementalidad de lo cotidiano, insistiendo –como él mismo dice en la presentación del libro- “ en el intento de extraer un poco de materia luminosa incluso de la más compacta opacidad.” .En dicho poemario se detiene en las cosas a su alcance, en lo inmediato, como en el primer poema del libro: Traduciendo a Robert Frost, “ Con mi libreta y mi lapicera/ Jugando al juego de la poesía…”  o en otras más elementales, como el rito del café: “ Mientras espero que suba el café/ Pienso en la cafetera, ahí, sobre la hornalla/…/ Aquí está, servicial, práctica, hermosa./ Ayudando a servir cada jornada,/…/ Sólo habla/ Ahora cuando asciende el café a borbotones….”, así meramente descriptivo y trasladando la lenta emoción de las cosas, como el ruido de la segadora  “…Que nos ensordecía .Y entreoímos/ En la mente el latido de esta hora/ silenciosa del campo…” al disfrute resultante.



 Decir casa es nombrar el espacio de la intimidad del hombre, el ámbito de su más sagrada cotidianidad, el lugar de la luz y de la sombra, el sitio del amor, el principio y el fin. Nada hay más parecido al hombre que la casa, ella es de alguna manera la réplica material de ese mundo interior que habita en el corazón del hombre.  En Alguien empieza a hablar en una casa, Antonio Mochón  escribe al amor de la lumbre: ”lumbre/ que ofrece su calor como una casa/…/Vayamos, pues tú y yo, dejándonos decir/ por entre ramas húmedas, por el hollín cansado/ de lentas chimeneas, por platos que hemos rotos./ persianas que no bajan a la noche…”, la vida en el pueblo: “…Los junios en el pueblo, los telones/ colmados de aceituna por la vara/ caída, el cielo azul, los nombres./…”, la normalidad de los días en la casa : “ Bajé. La puerta daba hacia esta casa/ que cada día empieza.  Cada día/ bajo sus escaleras, miro fría/ la habitación, su voz, lo que pasa./…”, los quehaceres : “Mis ojos te están viendo en estos cuatro tiestos/ cambiando día tras día la tierra pobre,/ gris, seca,…”  , también la memoria ,“ Porque yo tenía una casa/ que llamaba/ infancia, padre, soledad, camino...”…

En Mudanzas de lo azul de   Jesús Cárdenas la cotidianidad se manifiesta como una sombra del paso de los días, con sus heridas manifiestas como esquirlas de tiempo: “ La vida así, a ratos retorcida,/ perversa y maniática…”   o fracasados intentos de vencer sus secuelas: “Hoy he querido verte tras el cristal,/ y a eso me vengo acostumbrando/…”  ;   inexorable en sus designios: “Estas deben ser las primeras lluvias,/ las que anuncian/ que al fin he de partir, /…” , y pese a que  “Hoy la tristeza/ viene ofreciéndose/ disimulada.”,  el poeta en su batalla diaria apostará  “…por la vida en resistencia,/…” descubriendo “…que en las cosas predecibles/ el miedo y el dolor/ se hacen más soportables./…” y observando  desde la ventana ese suceder del mundo y de las cosas: “ Una vez más te ves/ nostálgico apoyado en la ventana/ …/ Desde tu soledad incomprendida/ rostros que caminan con la rutina,/…”.
Desgraciadamente han llegado a ser en la actual situación de crisis, la angustia social, la preocupación por los problemas del paro y de la penuria, cotidianos. Y a ellos no ha sido insensible la poesía. Como ejemplo citemos el poemario Zonas Comunes  de Almudena Guzmán, con un lenguaje directo, sencillo, y en un refinado tono irónico. Toca episodios generales de la vida y de la Historia,  con una ácida maestría: “Siempre se empieza por una lista./ Jesús estuvo en la lista de los crucificados,/ y en una lista pusieron a los armenios,/ a los kurdos y a los bosnios…”  , jugando a veces con el doble sentido:  “…Doscientas cincuenta personas/ subimos a un tren de ganado./ Al tren de los Expedientes/ de Regulación de Empleo.”, “ Mira como se yerguen orgullosos/ en la rama más alta de sus despachos,/ cómo saltan de corbata en corbata/ y se abren la camisa/ para golpearse desafiantes el pecho/ con los puños./ Y a esto lo llama  Darwin la selección natural.”. A  veces este doble sentido, por otra parte hábilmente empleado, es duramente hiriente por su honda preocupación social, compartida, según las palabras de la autora, con León Felipe, veamos este  terceto: “ Después de la huelga/ los trabajadores se fueron en silencio./ Al Huerto de los Olivos.”. Agudísima crítica social: “Para qué tanto estudiar/ y esforzarse tanto/ si ahora nos vemos de puerta/ en puerta, / como los mormones/ buscando trabajo.”, cargada de ironía histórica: “…Lanzar mensajes al mar/ en una botella. / Enviar currículos griegos/ a los fenicios.”


Y en esta  visión   de lo social, Ana Alvea en su poemario “Hallarme yo en el mundo” incide en algunos poemas hasta imprimirles el sello del alegato ético. Así sucede en el poema “Los anónimos” en el que tomando como pretexto al atleta británico Harold Abraham en cuya vida se inspiró la película Carros de fuego, hace una especie de meditación ante la fiebre del éxito: “ …¿Por qué codicias el oro/ y te ciega y ofusca la memoria?/…”, y , sobre todo, en el poema “ La llamada”, en el que el actualísimo problema de los desahucios toma forma en la voz de la poeta: “ …Apenas puedo oír una voz débil y temblorosa/ preguntando por una subasta./ El banco –como ocurre desde la crisis-/ se ha quedado con la casa/…”, aunque es en el profundo poema “ Reforma laboral”, donde ahonda en la realidad cotidiana de este país nuestro constituyendo un manifiesto que debía estar escrito   en   la conciencia de todos los poderes de este país:  A las tres de la madrugada/se despierta el bebé como todos los días./Tiene hambre y ganas de jugar/acostumbrado a que sus padres lo entretengan/ a cualquier hora./No renovaron el contrato a la madre/por su avanzado embarazo./…/A su padre lo despidieron/al no incorporarse de su baja/antes del tiempo prescrito por el médico,/como le sugería su jefe  /…/“España va en buena dirección.”/…. Este  profundo alegato dice mucho del compromiso social de la Poesía, que en verdad debe hallarse en el mundo, como lo hace valientemente Ana Alvea.    Poesía comprometida, poesía de denuncia de lo cotidiano: “Cerca de mi, una joven rumana/ cruza triste el paso de cebra./Empuja un carro de supermercado/ como si arrastrara el peso de su vida./ En él se amontonan todas sus pertenencias./…”  


Si como decía Teresa de Jesús “Dios andaba en los pucheros”, no va a ser menos la poesía para que, saliéndose de sus escenarios más habituales por no decir constantes, revolotear en el perímetro de la vida diaria, al fin y al cabo es en ella dónde se encuentra el corazón del hombre, su diaria obsesión.

F.Basallote










Textos

Elena Román . Diario de un ascensor en un bloque de dos plantas con azotea .Dip. de Granada, 2010
Pablo Anadón . Estudios de la luz . Pre-Textos. Valencia, 2010.
Antonio Mochón.. Alguien empieza a hablar en una casa . Point de lunettes. Sevilla, 2008
Jesús Cárdenas , Mudanzas de lo azul , Vitrubio, Madrid. 2013 
Almudena Guzmán. Zonas Comunes. Visor. 2011
Ana Isabel Alvea. Hallarme yo en el mundo. Ed. En Huida 2013


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