martes, 9 de abril de 2013

RESEÑAS III - POETAS ESPAÑOLES. Ventura Camacho, "Los tres ríos de Kiso"



RESEÑAS DE OBRAS DE POETAS ESPAÑOLES


"LOS TRES RÍOS DE KISO" DE VENTURA CAMACHO









COMO RAMA DE SAUCE BATIDA POR LA LLUVIA…
SOBRE "LOS TRES RÍOS DE KISO" DE VENTURA CAMACHO.
ALEA BLANCA, GRANADA. 2010



Cerca de Nagoya, en la llanura de Nobi, los ríos Kiso, Nagara e Ibi, se unen en el parque Kiso de los Tres Ríos, constituyendo un paisaje donde el tiempo se detiene en la propia contemplación de su quietud.   A esa confluencia nos conduce Ventura Camacho, (Barcelona ,1975) con esta hermosa pieza lírica, impregnada de toda la sabiduría japonesa  que en este breve poemario –nueve intensos poemas- se manifiesta en su auténtica realidad, consiguiendo sin el formato de haiku cumplir lo que decía Matsuo Bashoo: “Que tu verso se parezca a una rama de sauce batida por la lluvia tenue y a veces ondeando por la brisa”. Y esa sencillez se hace declaración de principios y norma de vida, aludiendo en un homenaje que es a la vez manifiesto, a la mítica actriz japonesa Setsuko Hara , que en la plenitud de su carrera, se retiró a su antigua casa de Kamakura, a orillas del mar, huyendo de un mundo de vanidades.


“Todo lo que éramos/ lo dejamos frente a los tres ríos de Kiso/.../ Aprendíamos/ el noble arte de la elección/ y sus afluentes/…” dirá en el poema que abre el libro como  una afirmación clara de sus senderos por el amor a un mundo en el que la realidad está hecha de sencillez y humildad, como la rama de sauce batida por la lluvia de Bashoo, que de alguna manera está oculto en el asombro por el esplendor de la naturaleza y su transcurso sereno y sosegado.


Las cuatro existencias (mencionadas por Mishima: concepción, vida, muerte y espacio intermedio que duraba como mínimo siete días)  es el título del segundo poema  en memoria del malogrado poeta Julio César Vior.  “En esta patria minúscula de la memoria/ eres un dolor sobrevolado de ancla…” dice, y en su amistad  “Esperaremos siete días, / máximo setenta y siete, / para tu reencarnación. / Y todos los poemas del mundo/ vendrán entonces a otro cuerpo/ donde tu acudas, rara avis, / al fulgor de lo sencillo.” 


Los siete poemas restantes, uno por cada día, -seis, el séptimo como compendio y fin del poemario está dedicado a Setsuko Hara-, dedicados a la naturaleza, a ese entorno elemental y primordial, que es todo en la vida serena del que lo contempla, y que  forman parte de ese camino de los días en los que permanencia y cambio, al estilo del ya citado Bashoo:“cambiar con el año y recobrar frescor cada mes”, constituyen la esencia del alma japonesa.


“La verdad, decía mi maestro frente al acantilado, / pierde todo su prestigio, /toda la admiración milenaria, / muda la piel cándida y sencilla, / cuando te deja solo, apartado, / cuando sin orilla, / nadie es más duradero que la espuma…” dirá, confrontando la aparente solidez de la piedra con la efímera duración de la espuma, símil de la vida. Hablará de la humildad del árbol, su independencia: “Porque el árbol no exige que reparemos en él/ hay que celebrar su humildad/…/ porque el mundo sin nosotros es mundo/ y nosotros sin el mundo apenas nada.”. De la imposibilidad del samurai, sin instrumentos capaces de desvelar cómo “Despierta el ave con el vuelo mojado por la aurora…” y de otra imposibilidad del hombre: “No hay nada más poderoso que el olvido, / única muerte verdadera del tiempo…”.


En el último poema, síntesis de cuanto le precede, sienta las bases de su manifiesto vital en el homenaje a Setsuko Hara: “…desaparecer ante los ojos de la fama, / no envejecer, /no dejar rastro sobre la arena/…/ Hay que dejar de ser nosotros por un tiempo/ para aprender del goteo su quietud, para aprender del ser humano su penumbra…”.


Un poemario con una gran carga filosófica, que sin pretender ser Zen, como ha dicho alguien, es mucho más profundo pues tiene sus raíces en las profundidades del alma humana, del auténtico saber universal del hombre, aunque en algún sitio lo hayan escrito Horacio, Fray Luis de León, Séneca o Siddarta Gautama Sakiamuni.

Y, además, un hermoso objeto-libro, pues a la extraordinaria y cuidada edición se unen las ilustraciones –muy japonesas- en tinta china de Stella Rubio, que culminan una obra para los sentidos y la meditación.  

©F.Basallote
Publicado en Papel Literario ,22/07/2010

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